Ideas versus ejecución

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El 30.9.10 a las 11:03 hs por Gabriel Foglia

En su libro “Kitchen Confidential”, el chef neoyorquino Anthony Bourdain escribe: “lo último que quiere un chef en su cocina es un innovador, alguien con ideas propias que va a buscar modificar las recetas y presentaciones. Los chefs requieren de sus colaboradores una fe ciega, casi fanática, una espalda dura y consistencia automática para ejecutar en las condiciones más arduas”. El autor separa los dos actos -el proceso creativo de inventar nuevos platos y el día a día de la cocina- y, según él, en esa división de tareas radica el éxito para la operación de un restaurante.

Esta misma separación puede llevarse a otras disciplinas (el arquitecto que diseña un edificio y el constructor que lo hace realidad, por ejemplo) y, más aún, a los distintos “modos” en que una persona funciona. Se dice que el proceso creativo de un deportista de elite ocurre a la hora de plantear un partido y elaborar la estrategia para ganar. El juego en sí implica ejecutar la estrategia sin pensar demasiado, así como un músico reproduce en el escenario una canción que ensayó cientos de veces.

A la hora de analizar un producto, una empresa o un simple plato de pastas, el énfasis está puesto en las ideas. La ejecución, rutinaria y aburrida, no forma parte de la lista de “cosas que quiero hacer cuando me gradúe”. Todos buscamos agregar valor a las actividades que realizamos y esto implica salir de los caminos establecidos, ser creativos, desafiar los límites, no tener temor, entre otros axiomas. Más aún, hay quienes sostienen que en un mundo hiperconectado donde los productos tangibles tienden a ser commodities, lo único que vale es la idea y que la implementación se puede tercerizar.

Sin embargo, en la ejecución radica la diferencia entre lo regular y lo excelente.

Es muy difícil que una idea brillante por sí misma pueda modificar una industria o la forma en que la gente vive. Dedicarle tiempo y esfuerzo a la implementación de esa idea, si bien es menos glamoroso y divertido, es lo que permite hacer una gran diferencia.

Anders Ericsson, uno de los investigadores más importantes del mundo en cuanto a alta performance, argumenta que no es el talento lo que determina qué tan buenos somos para hacer algo, sino cuánto tiempo estamos dispuestos a trabajar o entrenar para alcanzar el dominio de esa actividad. Según el escritor norteamericano Malcolm Gladwell, lograr dominar una actividad requiere un promedio de 10.000 horas.

El mismo concepto puede aplicarse a una empresa y explica por qué los emprendedores con un pasado de éxito son los que tienen más oportunidades de obtener financiamiento que aquellos que sólo tienen una buena idea. La habilidad comprobable en la puesta en práctica de una idea es lo que buscan los inversores.

El debate “ideas versus ejecución” es muy antiguo y seguirá siendo motivo de acaloradas discusiones. La clave del éxito radica en la coordinación entre ambas acciones: una excelente idea sin una ejecución impecable es tan nociva como una mala idea bien ejecutada.

Comprender esta relación simbiótica nos permitirá asignar nuestros tiempos y recursos en una forma balanceada y, yendo un paso más allá, comprender que es necesario separar los dos “momentos” para ser más eficientes.

¿Cómo sobrevivir al cambio continuo?

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El 22.9.10 a las 12:45 hs por Gabriel Foglia

La naturaleza de los mercados de alta tecnología está caracterizada por la inestabilidad, por los múltiples resultados posibles ante el mismo evento, por la tendencia a cerrarse una vez que emergió un estándar ganador y por el posible dominio de un producto con un nivel de calidad subóptimo. Si bien las ganancias potenciales son muy altas, también lo son el riesgo y las inversiones necesarias para ingresar en el juego.

En ese contexto, las reglas que fueron utilizadas durante décadas para definir la estrategia de una compañía carecen de sentido. La lógica de mejorar la calidad del producto, aumentar el presupuesto de publicidad, disminuir los precios o cualquier otra acción tendiente a dominar un mercado deja de tener sentido ante la realidad de los mercados digitales.

La emergencia de las redes de valor, ecosistemas compuestos por varias empresas que brindan una propuesta de valor a los usuarios bajo un estándar común, nos permite cambiar radicalmente la forma en que entendemos la estrategia. Pertenecer a la red equivocada o no entender la transfiguración de la red en la que está inmersa la empresa puede llevarla a la ruina, aún cuando tenga la mayor eficiencia de costos o la mejor campaña de comunicación.

Es esencial entonces identificar la red de valor en la que la empresa participa, lo que implica definir con claridad el estándar dominante y los mecanismos de rendimientos crecientes con la escala que desatarán su crecimiento exponencial. También es importante comprender cómo otras redes están íntimamente ligadas (por ejemplo: la red de valor de los videojuegos tiene nodos en común con la red de valor de la telefonía celular y también con la de distribución de música digital). La competencia se produce entre redes y también dentro de cada nodo de la red (lo que hace que la red de valor crezca cada vez más).

La distribución de ganancias dentro de la red dependerá de la posición de cada empresa. Las claves para el éxito a largo plazo están relacionadas con qué tan difícil es reemplazar ese componente (por ejemplo: ¿cuánto cuesta cambiar el sistema operativo de una empresa con 10.000 empleados? ¿Qué ocurre si en lugar de cambiar el sistema operativo intenta cambiar los monitores?) y con la cantidad de proveedores potenciales de ese componente. Cuanto más difícil de reemplazar y menos competidores directos tenga una empresa, mayores posibilidades de éxito tendrá y mayor su tasa de rentabilidad.

Las empresas que logran identificar y potenciar los mecanismos críticos para el crecimiento son las que logran posiciones de predominio en la red. Estos mecanismos son los que hacen que la red crezca en forma sostenida y rápida y cambian de acuerdo con cada industria (los efectos de aprendizaje y los consecuentes altos costos de cambio son críticos en el software corporativo, mientras que el diseño atractivo es crítico para los reproductores de música).

Comprender este radical cambio y actuar en consecuencia es vital para asegurar el futuro de cualquier empresa. A través de este modelo se puede comprender por qué algunas empresas perdieron el liderazgo y han sido desbancadas por otras que no tenían una presencia en esa industria.

Identidad cambiada

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El 7.9.10 a las 12:05 hs por Gabriel Foglia

Buenos Aires, agosto de 2025.

Sres. del Registro Nacional de las Personas:

Por la presente, les hago llegar mi solicitud de cambio de identidad. No soy un testigo protegido ni quiero modificar mi sexo, simplemente deseo escapar de mi pasado. Desde los 2 años, cuando utilicé por primera vez la computadora de mi mamá para ver videos del Sapo Pepe en Youtube, toda mi vida ha sido registrada y guardada en servidores que están dispersos por todo el mundo y de los que no puedo salir.

Hoy tengo 22 años, quiero trabajar y, eventualmente, formar una familia. Si bien no me arrepiento de lo que hice, nunca pensé que las palabras que puse en el muro de Facebook a los 11 años, perdidamente enamorado de mi compañera del colegio Matilda, o que las fotos disfrazado de Mickey Mouse, con unas copas de más en la fiesta de graduación, me iban a acompañar en cada entrevista laboral. Hace algunas décadas las empresas hacían estudios psicológicos de sus potenciales empleados. Hoy simplemente ingresan a ver online toda mi vida, intereses, actividades, odios y amores sin entender que, al igual que todo organismo vivo, evoluciono.

Además, siento que la magia del descubrimiento mutuo al entablar nuevas relaciones se ha perdido. Antes de conocer a alguien ya sé todo: qué libros lee, qué música escucha, qué películas mira, dónde estudió, a dónde viajó, quiénes son sus amigos, qué está pensando, qué ideas políticas tiene, dónde está a cada momento, etc. etc. Es más, muchas veces me entero más sobre la vida de una persona que ella misma (especialmente cuando googleo a una chica antes de una cita). Muchos tratan de manipular lo que publican en las redes sociales, pero sus amigos se encargan de decir la verdad (las fotos vergonzosas de la fiesta de graduación las subió un amigo con el celular y una vez que algo se pone online es imposible de borrar). En definitiva, me cansé del exceso de transparencia y quiero resetear mi vida.

Les prometo que si me facilitan una nueva identidad la utilizaré con responsabilidad. Mis 22 años están detalladamente documentados online y pienso que soy mucho más que esa colección de bytes. La experiencia me sirvió, no cometeré los mismos errores.
Muchas gracias,

Guillermo González


Si bien parece una parodia, es probable que este tipo de solicitudes ocurran en un futuro no muy lejano. Para las personas que nacieron en una sociedad hiperconectada, no hay diferencias entre el mundo real y el virtual. Todos hemos cometido errores o excesos, el problema radica en que los jóvenes de hoy no entienden las implicancias que el registro total de sus vidas tendrá para su futuro.

Cambiar de identidad es una propuesta descabellada. Sin embargo, educar a los niños sobre las implicancias de vivir en la era de la transparencia extrema tendría que ser prioritario para que tengan un futuro mejor. Simultáneamente, los adultos deberíamos ser formados para comprender la naturaleza de las nuevas generaciones y para que, por ejemplo, una foto en Facebook no arruine el futuro laboral de un joven.